Esquina de la calle Comandante Benítez con la Alameda Principal. 1978

4 de diciembre de 1978

– Diario Sur, martes, 5 de diciembre de 1978:

Incidentes en el sector de Mármoles

MALAGA VIVIÓ AYER UN 4 DE DICIEMBRE EN TENSIÓN

Poca gente en las calles y cierre de numerosos establecimientos.

«…tras la misa que se ofició en la iglesia de la Asunción de Cruz de Humilladero y a la que asistieron unas cuatrocientas personas, entre las que se encontraban los familiares de Manuel García Caparrós. Un grupo de los asistentes se dirigió por la Prolongación a la Alameda hacia el lugar donde había caído García Caparrós con la intención de manifestarse. El grupo era muy reducido y fue disuelto por efectivos de la Policía y Guardia Civil.

(…) Efectivos de la Guardia Civil procedieron a la detención de numerosos transeúntes y ocupantes de ciclomotores con la finalidad de identificarlos y averiguar su cometido en la zona de los hechos.

José Antonio Frías

En el Pacto Autonómico Andaluz, ese mismo año, se proclamaba el día de Andalucía el 4 de diciembre, pero que «la conmemoración se celebrará cada año el primer domingo de dicho mes». Así, en 1979, el día de Andalucía se pasó al 2 de diciembre (domingo), en 1980, al día 7 (domingo).

La celebración del referéndum del 28 de febrero de 1980 dio la oportunidad de hacer emigrar la fecha andalucista a otro momento menos comprometido.

CAPRICHO ANDALUZ

Hay gente desconcertante: hoy te saluda y mañana no te conoce, ayer fue un hurón y hoy es puro almíbar, y a su capricho tienes que andar, a la espera de que te abrace o ni siquiera te vea, aunque te ha visto. Suele ser gente poderosa, que te trata según con quién vaya cuando te encuentra, o según qué quiere de ti o qué puede querer de ti. Ahora se acuerdan del 4 de diciembre de 1977, y lo celebran veinte años después con homenajes a la bandera, guardia de honor de casco emplumado y uniforme de gala y sable fuera de la vaina, y los himnos y las tarimas para los aplaudidores de sí mismos.

Y hasta se acuerdan de Manuel José García Caparrós, aquel muchacho asesinado en Málaga el 4 de diciembre de 1977. No sé si muchos recuerdan aún a García Caparrós: era muy joven cuando iba en la manifestación de aquel otoño, uno entre 200.000, y le tocó una bala que nadie sabe quién disparó. Hubo pruebas balísticas, la ciencia contra el crimen, pero nadie sabe aún quién disparó aquella bala, salida, parece, de una pistola policial y reglamentaria. La bala asesina fue una bala fantasma, aunque me figuro que técnicamente identificable. Despreciado y olvidado, ausente, ha pasado estos últimos años García Caparrós, muerto cuando acababa de ponerse a trabajar en Cervezas Victoria y se había afiliado a Comisiones Obreras, uno entre los 200.000 que creían en el sueño de una vida mejor, más limpia, menos manchada por la mugre de la pobreza y el miedo.

La celebración del 4 de diciembre ha sido casi clandestina durante años: aquel 4 de diciembre de 1977 sólo lo conmemoraban personas disparatadas, asamblearias, extraparlamentarias, cómplices del terrorismo o terroristas sin disimulo. La fiesta verdadera de Andalucía es el 28 de febrero, y no conmemora algaradas ni manifestaciones donde se manipulan fácilmente números y sentimientos, sino el orden matemático de los votos secretos. Pero, orondas de números redondos, las autoridades andaluzas han recordado ahora el aniversario de aquel 4 de diciembre esperanzado, festivo y luctuoso: no lo recordaron hace un año ni hace seis años, en el 19 o en el 14 aniversario. Han celebrado precisamente el 20 aniversario. ¿Por qué el 20? Ateniéndose a la lógica de los números redondos, podían haber esperado al 25 aniversario o al 50 o al centenario.

Quizá recuerden el 4 de diciembre de 1977 por la situación política actual, por la presión parlamentaria que los partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña ejercen sobre el Gobierno de España: quizá las autoridades andaluzas insinúen la amenaza de la presión callejera, un millón de andaluces en la calle, unidos por Andalucía todos los partidos menos, como en 1977, Alianza Popular, o su heredero, el PP. O quizá hayan esperado a la prescripción del crimen, el asesinato nunca aclarado de García Caparrós, crimen ya prescrito, a los 20 años, como todos los crímenes. El asesino de García Caparrós podría haber confesado impunemente su crimen a la salida de la celebración institucional del 4 de diciembre, aunque quizá ya esté muerto o sea demasiado viejo, jubilado apacible, aquel policía de bigote blanco que, con cara de acabar de matar, vieron algunos en el lugar del crimen el día en que asesinaron a Manuel José García Caparrós.

Justo Navarro, EL PAÍS (Edición Andalucía)
Domingo 7 de diciembre de 1997

 

García Caparrós fue tiroteado en la Alameda Principal (entonces Alameda del Generalísimo), a la entrada del puente de Tetuán (también entonces del Generalísimo), a escasos metros del cuartel de la Policía Armada, en la esquina con la calle del Comandante Benítez.

Hoy, en 1999, no existe la Policía Armada, ni el cuartel: ni siquiera el edificio que lo albergaba. También fue derruido, en 1978, el edificio en cuya esquina Caparrós fue asesinado. En su lugar se construyó, de nueva planta, otro, sede entonces del Banco Exterior de España. Tampoco existe ya: ahora, en su fachada, Argentaria es el nombre que se lee.

Cada aniversario alguien hace un llamamiento, de escasa convocatoria, en recuerdo de este (cada vez más aquel) crimen. A veces, los restos de un efímero memorial permanecen durante meses, como un mensaje ilegible: yeso, restos de azulejos…