Pablo Picasso
Picasso
La enfermedad en la mujer provocaba la irritación de Picasso; llegaría a visualizar (a Fernande Olivier) como una machine à souffrir.
(A life of Picasso)
Fernande, su amante de muchos años, desde los primeros y duros tiempos de su llegada a París, pasó el verano de 1909 con Picasso en Horta del Ebro, padeciendo una seria enfermedad hepática que la obligó a permanecer la mayor parte del tiempo en la cama.
Escribió a Gertrude Stein: (…) con un montón de sangre en la orina, a veces solamente sangre. Pablo se irrita terriblemente con esto… No encuentro ningún consuelo moral o físico en él. Cuando me golpea el dolor… Pablo no es ninguna ayuda; no quiere saber nada. Está demasiado centrado en sí mismo como para entender que ahora soy yo la que lo necesita; de que es responsable de mi situación, que es él en gran parte quien me ha reducido a este estado… ¿qué voy a hacer, embarazada y enferma?… Pablo me dejaría morir sin darse cuenta de mi estado.
Después de abandonar a Fernande por Eva, una mujer más joven y de una belleza más convencional, Picasso no volvió a verla. Fernande mendigó trabajo mientras Picasso se convertía en el artista más rico del siglo. En 1956 fue entrevistada por la televisión francesa. Richardson comenta que Picasso lo consideró una «actuación repugnante. Estaba demasiado vieja y gorda y desdentada como para hacer un espectáculo de sí misma; ella que había personificado la belleza en sus primeras obras lo ridiculizaba mostrándose así». Lo dejaba en ridículo, esto es, no siendo ya lo suficientemente bella para ser atractiva a los ojos de Picasso.
(…)
Eva era también imperfecta. Trágicamente, se puso aún más enferma que Fernande, y murió en 1915, de cáncer. Durante su larga y horrible enfermedad, Picaso dijo repetidamente a sus amigos que debía haberla dejado con Marcoussis, su anterior amante, y colgarle a él las facturas del médico.
(Scaping Picasso)
Con su carisma y encanto, Picasso no tuvo dificultad en desarmar y esclavizar (y a veces destruir) uno tras otro a toda una serie de hombres no muy agraciados: Palmares, Sabartes, Casagemas, su hijo Pablo, y todo un coro de figuras menores… la tiranía de Picasso era aún más efectiva por ser tácita. Nunca forzó a nadie a sacrificar a su esposa, a su amante o su carrera. Eran siempre ellos los que insistían en hacerlo.